"Primer libro del año"
Tenía ganas de que el primer libro se
parezca en algo al contexto en el que es creado este blog, es decir, un año que
comienza.
Al ser la primera reseña
quisiera definir algunas cuestiones que me gustaría respetar en cada una de
ellas. Primeramente
me resulta de vital importancia contar el antes, el durante y el después de mi
historia con cada libro (no sé hacerlo de otra manera), intento no caer en
estructuras ya establecidas que siguen patrones aceptados por convención
universal, con esto me refiero a las fichas técnicas de los libros,
las sinopsis, etc. No considero que sea algo malo, al contrario, entiendo
que son necesarias, sin embargo, conmigo no cuajan del todo bien. Ojalá
lleguemos a lograr una buena convención en estas "reglas" que
les propongo para mis reseñas.
Este libro lo compré hace varios
años, no recuerdo exactamente cuántos, ni los motivos por los que lo fui
migrando de muchas de las bibliotecas que tuve hasta ahora sin leerlo.
Me
resulta familiar y cercano ya desde su portada, mis abuelos tenían un limonero
muy parecido y disfruté durante toda mi infancia de esos inolvidables limones.
Eran motivo de orgullo en la familia.
En
este relato es Wenceslao el privilegiado de cosechar limones y protagonista de
la historia. Él y su esposa viven en una casita hecha de adobe y paja de la
costa santafesina en Argentina. La historia toma como punto de partida el
último día del año. Para ellos una fecha movilizadora porque han perdido a su
hijo por lo tanto todo es cuesta arriba y los sentimientos están tan a flor de
piel que hasta se va perdiendo de a poco el diálogo entre los dos.
Esta
ausencia por supuesto está presente permanente en ellos, los hace perderse.
Wenceslao siente preocupación por el comportamiento de su esposa porque ella se niega a compartir un festejo de año nuevo con alguien. Retrocede en
el tiempo mentalmente, a los momentos de padre e hijo vividos con su padre y con
su hijo, mientras realiza la rutina del
día. Es muy interesante ver cómo se van entrelazando esos dos mundos donde
Wenceslao estuvo encarnando ambos roles, la familia de origen y la familia propia,
la engendrada.
Los
preparativos para el día y noche de año nuevo exigen renovar fuerzas que son difíciles
de encontrar dentro de esta gran ausencia que acapara todo lo interior y lo
exterior, cada rincón. La familia que queda, las mascotas, los vecinos, todo se
confunde con las emociones, miedos, rencores, la impotencia y el amor.
Encontré
en esta novela una exquisita descripción de la naturaleza, adentrándote cada
vez más en las páginas crece la sensación de estar oliendo a río y pisando con
los pies descalzos un suelo de tierra húmeda muy reales.
El
narrador es omnisciente durante todo el libro, es uno de mis preferidos, sabe
todo acerca de los personajes.
Algo
que noté y quizás empaña un poco el imaginarse el paisaje es la reiteración de
algunos adjetivos, se hacen notorios al repetirse, a veces, dentro de una misma
página. Fuera de eso, es casi imposible intentar criticarle algo más a esta
increíble historia. Sería muy ingrato de mi parte porque la disfruté demasiado.
Me dejó la necesidad de trabajar la empatía con el otro. Me hizo pensar que cada
pérdida es única y cada persona pierde de una manera única también.
“El
limonero real” es una hermosa muestra de la resiliencia y de cómo una pérdida
no solo arrastra a un ser querido sino a todo lo que queda y que debe ser
acomodado como sea por sus sobrevivientes.
¡Buena lectura!
Naty
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